Durante la era antigua, cuando el surgimiento del sistema gubernamental organizado gestaba en si la génesis del poder del humano sobre el orden sociedad, se recurría a la razón por medio de filósofos y sabios para dar orden a las polis y coherencia a la ley; el conocimiento y la razón fueron los pilares principales a partir de los cuales se inició la construcción de lo que hoy llamamos ley y que no es más que la una de las manifestaciones del poder del ser humano sobre el entorno que le rodea.

Con el tiempo, al pasar por la historia tiranos y déspotas, el poder se hizo un ideal casi siempre alcanzado por medios poco o nada relacionados con la búsqueda de la verdad y el saber, haciendo de esta don adquirido un sello característico de mentirosos y ladrones hasta los tiempos actuales; siendo totalmente diferente a lo que debería ser, una distinción al sabio y al erudito.

Al analizar la situación anteriormente planteada surge una pregunta que representa la última esperanza del poder antes de verse eternamente ligado a la corrupción moral y separado de la virtud que en algún momento representó; ¿puede ahora, como en los tiempos antiguos, lograr adquirir poder usando como herramienta el conocimiento?